martes, 18 de junio de 2013

Psicólogos: los reyes de la sensibilidad


Desde que he empezado a tomar Levitra antes de quedar con Anna, me siento como más seguro de mí mismo, más contento. Supongo que influye la tranquilidad de saber que, si la cosa se pone caliente, no tendré que irme por las ramas con alguna excusa barata. De todas formas, no he dejado de ir a terapia con Stephen. Él ha sido el primero en notar el cambio en mí, evidentemente. Está contento por ver que estoy mejor, pero lo he notado un poco escéptico. A lo mejor es por esa flema inglesa que se gasta o por la distancia profesional, no sé. Sin embargo, cuando le conté en la última sesión las novedades, se quedó más frío que otra cosa. Supongo que no quiere que lance las campanas al vuelo. Me ha dicho que una cosa es que yo consiga mantener relaciones sexuales con normalidad y otra muy distinta, haberme curado. ¿Y cuál es la diferencia, si se puede saber?

Me ha dicho muchas veces que tengo un problema conductual que va más allá de si se me levanta o no. Básicamente, la cuestión es que soy una persona excesivamente materialista. Con eso quiere decir que no doy toda la importancia que debería a mi lado emocional y sensible. Soy frío y establezco relaciones puramente funcionales con mi entorno. Dicho en cristiano: que me gusta controlar la situación y nunca me dejo llevar. Por eso, la impotencia en mí es doblemente complicada. Me frustra no ser el resultadista de antes. Según su diagnóstico, hago de las personas objetos. Me resultan útiles en un momento dado, pero no las necesito. Por eso no tengo una lista infinita de amigos ni siento la necesidad de ampliar mi círculo de conocidos. Me sobra y me basta con los que tengo. Sé que me cuesta abrirme a otra gente y que no resulto demasiado espontáneo por eso. Sin embargo, me gusta cuidar esa apariencia de hombre inaccesible, con un punto de arrogancia y siempre profesional aunque distante. 

Hace tiempo, mi terapeuta me dijo que no sé relacionarme con las mujeres. O al menos, no lo hago -en sus propias palabras- de una forma "sana". Según él, sé lo que yo quiero y no me intereso por averiguar qué quieren ellas. Que no me importan. Con Anna empieza a ser distinto, creo. En cierto sentido, sé que Stephen tiene razón. Pero, a veces, me molesta que me demuestren tan claramente mis errores y mis puntos flacos. No estoy demasiado acostumbrado a ello. A veces me siento un poco contra las cuerdas durante las sesiones. Supongo que es así como funciona la psicología. 


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